Recuerdo que cuando estaba en el instituto, mi vida parecía no ir a ninguna parte. Tenía tres opciones: alistarme en el ejército, dedicarme a la política o hacerme masajista. Y no es que ninguna de ellas fuera mala para mí, pero no había nada que me hiciera sentir realmente realizado. Así que, tras licenciarme en Administración y Dirección de Empresas y Psicología, pasé dos años trabajando en el extranjero antes de volver a casa, a Sevilla, porque echaba mucho de menos la ciudad. La verdad es que después de llegar aquí, todo se aclaró...
Al principio fue difícil encontrar trabajo en este sector, pero pronto empezaron a suceder cosas. Unos cuantos encuentros fortuitos me llevaron a abrir mi propio
centro de masajes a las afueras de la ciudad