Era una noche de verano más, nos comíamos una pizza en el parque mi colega dedos de nabo y yo y, de lejos, veíamos la feria de al lado de mi pueblo, pero se nos había hecho tarde y la mezcla de fresquito y pizza parecía inmejorable.
El Nokia 6110 de mi amigo comenzó a sonar, era el garrulo.
Si mi amigo el dedos de nabo era brutote al lado del garrulo era Vázquez-Montalban, hablamos de un tipo que el 80% de su día estaba rodeado de ganado vacuno y tenía un cuello como para colgarlo en el Bar Las Piletas con la vitola de ganadería debajo.
-¿Onde ta ompare?
-En el parque.
-Amo a la feria, que vengo de darle de bebé a las bestia y tengo gana de juerga.
-Ompare hoy poca cosa.
-Enga ya, a mi no me diga que no, yo os recojo a los do y no tenéi problema con bebé, aunque sea media horita.
Sabía que esta negociación entre Churchill y Roosevelt no llevaba a nada bueno y, finalmente, nos recogió a los 10 minutos.
Nos separaban 5 minutos de la feria así que el camino fue corto pero intenso, si entonces hubiera existido el meme/audio de "depredadoooo" sería lo que se hubiera ido escuchando durante todo el trayecto.
La entrada a la feria fue a tiro hecho, a la caseta de la "juventú". El garrulo y dedos de nabo eran unos abonados al JB Cola, pideron 4, dos para bebérselo de un buche y otros dos ya de "relax".
La caseta era la típica abierta con albero y musicona del momento como el remix de break de Ana Gabriel.
Te quiero ver, ya no dejo de pensar en tí,
¿Que voy hacer?, si te quiero solo para mí,
estoy aquí, te recuerdo por mi habitación,
tenerte aquí, es el sueño que se a vuelto una obsesión.
Eran las 2 de la madrugada.
Os contaré la graciosa costumbre que tenía el garrulo cuando se ponía de caldo hasta las cejas.
Obviamente no bailaba, tampoco hablaba, casi no se movía de su sitio, metía el cuello de ñu entre sus hombros, ponía su brazo en un perfecto ángulo de 90º aguantando su cubata y se ponía a mirar fijamente a los ojos de todo aquel que pasara por su lado.
Cuando hablo de fijamente hablo de penetrarte con la mirada como si te hubieras acostado con su hermana. Esto lo hacía con todo el que pasaba cerca, hombres, mujeres, ancianos y claro, estadísticamente, siempre se encontraba con alguien a quien no le gustaba el escaneo. Y ese día pasó a los dos minutos de haber entrado en la caseta.
Se quedó mirando a un chaval de corte similar, camisa de cuadros, que podía estar allí como esperando a que entrara el simpecao de Almonte, éste se encaró y le dijo que qué miraba, el garrulo ya no sabía/podía articular palabra aunque probablemente se estaría cagando en sus muertos telepáticamente y, cuando el tipo estuvo en el radio de alcance de su mano, le metió un guantazo con la mano abierta a lo Bud Spencer con la misma mano que horas antes estuvo agarrando cuernos de vaca toda la tarde.
El tipo dio 5 pasos para atrás y le metió un bimbazo a una chavala, el novio de la misma le metió otro envión por detrás a este, los amigos de ambos grupos se dividieron entre meterse puñetazos entre ellos e ir a buscar al garrulo.
Había como 15 personas dándose por todos lados, yo no comulgaba con lo que hacía el garrulo pero no podía dejarlo solo, por lo que me metí a rechazar el ataque enemigo, una patada por aquí, un mata león por allá y, de pronto, 10 picoletos entraron en modo cincel y nos cogieron a todos por banda y sacaron uno por uno.
Nos pusieron a los tres en fila fuera de la caseta, la GC nos preguntó qué había pasado. Yo, en estos casos, siempre hacía de abogado porque la dicción y planteamientos de mis dos representados dejaba siempre mucho que desear y el JB no ayudaba, y no era la primera vez que ante una pregunta inocente de un agente nos llevaban por delante por culpa de la delicadeza de los animalitos.
-Entramos a tomarnos algo, un chico con una camisa de cuadros iba muy bebido y haciendo el tonto con un amigo, le dio un empujón a una chavala y su novio y amigos comenzaron la batalla campal en la que nos vimos envueltos, como comprenderá no es una situación donde escojas estar o no, si te ves dentro tienes que defenderte e intentamos mantener nuestra integridad física lo que pudimos hasta que pudisteis entrar a parar todo el lío.
Más o menos fue así, cuando ocurre algo así tienes que hablar tranquilo y con un léxico que no se esperen porque, primero, demuestras que no estas borracho y, segundo, porque esperan a un cateto peleón y el contraste los deja un poco despistados.
Total, que como pude defendí nuestro honor bastante bien después de varias respuestas, pero, justo cuando nos dijeron que "venga pa casa", salió en tipo de la camisa de cuadros de la caseta y a nuestro personaje el garrulo no se le ocurrió otra cosa que, ahí, delante de la GC, cagarse en su muertos y hacer un amago de irse para él.
Los tres a la caseta de la GC.
Una sola mesa con un picoleto de bigote sentado tras de ella, tres gilipollas delante suya de pie.
Nos pide que le contemos que ha pasado, le cuento el relato de nuevo con más penurias, los otros dos balbucean dándome la razón intentando marcar las eses para parecer más finos pero lo único que consiguen es hacer el ridículo.
-Bueno, decidme vuestro nombre y DNI y os marchais.
Se lo decimos pero, cuando le toca al garrulo dice:
-Antonio Romero López.
A mí se me hiela la sangre. Obviamente sé que ese no es su nombre e intento aguantar la cara de poker como puedo.
El picoleto, con más tiros que la cantimplora de un bosnio lo mira, sabe que esa manera de decir su nombre no es la habitual cuando dices la verdad, garrulo había acabado esa noche su carrera hacia los Goya.
El picoleto se levanta y le pide que saque lo que llevará en los bolsillo, cuando vi que llevaba la cartera y, por lo tanto, su DNI, cerré los ojos como seguramente haría ese vecino de Hiroshima cuando vio el resplandor de la bomba atómica aquella mañana.
El picoleto lee el DNI, mira al garrulo, lo lee de nuevo, mira al garrulo.
La posición en la que estábamos era.
Zacarias - dedos de nabo - garrulo.
No sé si el picolo era Vasco pero el movimiento de pelota vasca lo tenía más que asimilado.
Le pegó tal guantazo con la mano abierta al garrulo que su cabeza dio con la de dedos de nabo y por termodinámica esa energía me llevó a comerme toda la pared de la caseta.
Los bolos humanos.
No me acuerdo de esos segundos posteriores pero no se me olvidará la vena del bigotes gritándole a la cara del garrulo, todavía en el suelo, algo que seguramente se podría traducir como un "hombre, no vuelva a mentirme".
Salimos a rastras de la caseta, en silencio, yo llevé el coche hasta el parque de nuevo.
Todavía quedaba algo de pizza que guardamos para la vuelta.
Eran las dos y veinte de la madrugada.
El garrulo había cumplido su promesa.