Coño, pues normal, el contexto es el contexto. Igual que yo puedo hacerme el alfa y vacilar a 30 adolescentes que me sacan una cuarta, porque soy su profesor, pero no se me ocurriría hacer lo mismo con 30 chavales desconocidos en la calle, porque pasaría a convertirme en una esquela del ABC y en portada de sucesos. Y detrás de un teclado todos somos muy machos, muy valientes, tenemos un pollón de 30 centímetros, un flequillo que ni Soto Ivars y más pasta en el banco que la niñera de Pablo Iglesias.
Todo esto porque en realidad venía a decir que a mí me parecen igual de imbéciles los que niegan la pandemia con la de gente que ha perdido familiares y seres queridos, como los que siguen queriendo tener todo cerrado hasta el fin de los tiempos desde la comodidad de un contrato fijo, una paguita o cualquier entrada de dinerito asegurada a final de mes, sin pensar en los millones que ya se las ven putas para llegar a fin de mes porque no les dejan trabajar. Pero no quería escribir un mensaje tan corto.
Y sí, aprovecho cualquier excusa para decir que soy profesor. Estoy abonado a la falacia de autoridad para intentar revestir de cierta razón a lo que escribo.