The Mandalorian es, así por encima sin profundizar, lo mejor que se ha hecho de Star Wars en los últimos 15 años. Que no es difícil, porque las ochocientas películas nuevas que ha hecho Disney son para crucificarlos en Tatooine.
Te lo veo y lo subo a los últimos 35 años. Que la moda que os ha dado a algunos por reivindicar las tres soberanas mierdas que hizo Lucas en los dos miles simplemente porque os pillase de chavales o porque no fueran tan inclusivas o vete a saber por qué, también tiene tela.
La segunda me pilló currando a ratos como crítico de cine y casi me salgo del cine en el momento romance en la pradera con la cascada de fondo o en la presentación de Sir Christopher Lee como Conde Duku en, probablemente, el papel más sonrojante en la carrera de este coloso.
Las tres nuevas pueden rozar la mediocridad (aunque a mí la segunda de la última trilogía me parece muy reivindicable) y, sobre todo, la falta de valentía y exceso de fanservice, pero para eso no hace falta ensalzar aquel despropósito del que solo cabe salvar el casting de la primera entrega.
The Mandalorian lo tiene todo bien, lo de la trilogía original, lo de las animaciones de Filoni y las pinceladas salvables de la última trilogía (que las hay, como la incorporación de mundos cercanos a otros referentes culturales como Dune, Blade Runner o Indiana Jones).
Hay mucha gente que reivindica a Jean Favreau como gran culpable del éxito del UCM y figura olvidada y eclipsada por Kevin Feige. Y viendo The Mandalorian lo mismo hay que darles la razón.
Obi Wan tiene PINTÓN.