De los hoteles no me he quejado nunca, porque eso depende de cómo mantenga cada propietario su casa.
La comida es barata, cierto. Ahora, lo de comida rica casi siempre no te lo crees ni tú. La comida está siempre especiada a niveles insanos para intentar disimular el olor de la putrefacción. Lo de que la comida esté en condiciones higiénicas mínimas, ya si eso otro día. Es que ni en el supermercado.
Por no hablar que las ciudades están sucias todas a niveles inimaginables en Europa, hay cajas de cartón con gatitos recién nacidos abandonados en cada esquina, centenares de perros sin dueños que deambulan con sus cachorros por la calle mientras tienen que aguantar el maltrato de los locales, miles de personas sin oficio ni beneficio que se pegan todo el día en la calle sin hacer nada, simplemente esperando a que pase un guiri para intentar sonsacarle hasta los ojos.
Los locales son unos putos pesados que no paran de pedirte dinero todo el rato, pero no como en países pobres normales, sino al punto de agobiarte de verdad y tener que acabar enfadándote con ellos para que te dejen en paz. El último día de mi viaje, en Arcila, casi tengo que atropellar a un tío que no paraba de pedirme dinero para que me dejase salir con el coche.
No me falta mundo, lo que me sobró fue ir a Marruecos.