Lo divido en dos porque no deja ponerlo entero.
Al Betis se le dan todas las facilidades para su proyecto de nuevo estadio, pero al mismo tiempo
los técnicos municipales le reprochan “falta de seriedad” en la tramitación de la petición de licencia de actividad del actual.
El gobierno parece no hacerse con el control político de la Gerencia de Urbanismo y Medio Ambiente, el motor de la ciudad. El delegado, Juan de la Rosa, parece ejercer más de delegado de distrito (lo vemos en las redes con los clubes de petanca) que en la caracola número uno de la Gerencia, donde el gerente, Fernando Vázquez, es el que más avanza en lograr ese control efectivo del organismo autónomo. El tiempo dirá si basta con el gerente.
La Feria no debía durar tanto y debería celebrarse de nuevo de martes a domingo. Eso al menos prometió el alcalde. Pero la primera Feria de Sanz será de formato largo. Después ya habrá consulta (mal llamada referéndum) de cara a 2025.
No ha dado tiempo, al parecer, a cumplir una cuestión tan elemental desde el primer momento. Debe ser como la falta de capacidad de la ciudad para acoger los Grammy y el Festival de Cine. O que el Ayuntamiento es como Palacio, donde las cosas van despacio. O culpa de los piratas.
Hablando de ferias, el alcalde no anduvo fino en sus críticas (gratuitas) a la Feria del Libro de Sevilla, de la que dijo que no podía ser “de tercera”.
Una cosa es que entre sus méritos indiscutibles haya estado la Feria del Libro de Tomares, muy bien promocionada y organizada, y otra que la de la capital no tenga prestigio, tradición y muchísimo público. ¿Era necesaria esa opinión que incendió al sector? Un resbalón evitable con un poco de análisis previo. Tal vez el cargo desborde al protagonista en el inicio, lo deslumbre en exceso y le haga incurrir en algunas
desaplicaciones (que diría Cantatore) impropias de su trayectoria.
Con el problema de la limpieza se está aplicando una medida muy hábil, como aquella de los
moros de Queipo. Se exhibe a los mismos barrenderos una y otra vez para generar la siempre recomendable sensación de frenética actividad, sobre todo en las redes sociales.
El problema no se ha arreglado porque requiere de algo más que propaganda. Pero sí existe la percepción (siempre subjetiva, cómo no) de que se ha mejorado. Y eso le basta, de momento, al gobernante y a muchos gobernados. Pero la basura se sigue acumulando en los lugares donde más hiere: a los pies de la Giralda y en todo el centro.
En pleno debate sobre los excesos del turismo, cuando el alcalde no llevaba más que un mes en el cargo, Sanz y varios colaboradores se fueron a China... ¡a buscar más turistas!
El turismo chino es minoritario, como todo el mundo conoce... (cuarto y mitad de ironía).
Estamos a un paso de celebrar el Año del Gato (¡Miau!). Sanz estuvo una semana en el gigante asiático. De la delegada de turismo, por cierto no conocemos ni la voz. El delegado de Transformación Digital, el bueno de
Juan Bueno, se enteró del ataque a los ordenadores del Ayuntamiento estando en China.
¡Rusia es culpable!, como dijo el cuñadísimo aquel día célebre en la España en blanco y negro. A la mala suerte de los resbalones se une este infortunio que todavía tiene en jaque a los casi cinco mil trabajadores del Ayuntamiento. El alcance de los efectos está todavía por evaluar.
Vox pide justo ahora la porción de tarta que considera que le corresponde en el gobierno cuando el alcalde está a punto de cumplir los cien días en el cargo.
O hay parcela de poder, o no habrá presupuesto. Los de Abascal han aprendido después de haber hecho el indio en el primer mandato de Moreno, el dirigente del PP más hábil al ningunear a los de Abascal en la práctica y fagocitar a Ciudadanos. Cuando en el PP todavía no tienen claro un modelo único de relación con
Vox, Moreno puso en práctica el suyo desde las elecciones autonómicas de 2018.
Pero Sanz no cuenta ya con el factor de la bisoñez de Vox. Han aprendido.
El ex alcalde
Antonio Muñoz se queda de jefe de la oposición gracias al asidero del acta de senador.
Sigue yendo a todos los foros, donde ahora, más relajado, recibe el cariño de una ciudad a la que le encanta arropar al aparentemente débil. El socialista, no se olvide, mantiene una magnífica relación con Juanma Moreno.
Sanz han fichado a algunos de los principales asesores de
Zoido, el último alcalde que tuvo el PP. A otros, con muy buen criterio, los ha dejado fuera. El alcalde tiene la ventaja de no generar especiales expectativas ni tampoco tener grandes enemigos. Su hándicap es sentirse desbordado por el cargo y tratar de quedar bien con todos.
No tiene los apoyos tradicionales que desearía, pero tampoco la Sevilla actual es la de los años 80, cuando los alcaldes cambiaban de decisión tras leer los editoriales. Ni siquiera es la ciudad de 2011, cuando Zoido obtuvo el mayor crédito político (20 concejales) del que ha gozado un alcalde de Sevilla.
Ocurre que Sanz sí está criado en ese esquema de ciudad. Se le nota y es un factor que le juega en contra. De saber interpretar con precisión los tiempos actuales dependerá no ya su éxito (la política es una noria), sino su bienestar, pues el sillón de la Alcaldía es no pocas veces un
potro de tortura. Y el carácter de los sevillanos es muy difícil (palabra de Monteseirín, doce años en el cargo). El propio Sanz debe ser consciente de todo porque tiene una capacidad de análisis solvente, pero no debe ser fácil la empresa.
Decía Zoido que uno tiene que arar el campo con los bueyes que tiene, no con los que quiere comprar. De momento hay más sombras que luces, más soledad que equipo, más improvisación que planificación y más parcheo que programa.
Los fallos absurdos en cultura y los efectos del exceso de turismo son los lastres en el inicio de mandato. Los piratas, la mala suerte. Y algunas declaraciones, la
negligencia política. Sanz tendrá que templar, ajustarse de una vez el traje de alcalde y decidir si quiere ser libre de verdad o rehén de ese modelo sociológico recibido. Eso pasa, entre otras cosas, por exigir infraestructuras que garanticen el desarrollo de la ciudad, provocarle dolores de cabeza a los ministros, hartarse de golpear las aldabas de las puertas de San Telmo y centrar el debate en los asuntos capitales, no en la petanca, el tirador de cerveza o la vida social de las cofradías, cuestiones todas muy respetables, pero que no deben invadir la agenda del alcalde.
La coartada de una España con un gobierno en funciones no sirve. A Zoido no le sirvió la de la crisis económica. Y nunca se olvide la crueldad de una ciudad que no avisa. Un día te recibe con las palmas y olivos de una mayoría absoluta y a la primera oportunidad te manda a la cruz de la derrota. Nunca un alcalde del PP ha repetido. Sevilla es muy desconsiderada en las urnas con la derecha.